Del odio en campañas políticas y una reflexión en Perú

BIRCH RUN, MI - AUGUST 11: Republican presidential candidate Donald Trump speaks at a press conference before delivering the keynote address at the Genesee and Saginaw Republican Party Lincoln Day Event August 11, 2015 in Birch Run, Michigan. This is Trump's first campaign event since his Republican debate last week. (Photo by Bill Pugliano/Getty Images)

Alguna definición corta de los discursos de odio

A pesar de ser un tema aludido en una gran multitud de textos, no existe una definición exacta que haya sido aceptada universalmente. Sin embargo, entre las múltiples definiciones existentes pueden colegirse ciertas características que la doctrina comparte. Entre ellas está la limitación del discurso a un individuo o grupo de individuos que compartan ciertas características. Además, este discurso debe crear o distorsionar la imagen de su objetivo con una serie de cualidades que son consideradas repudiables en el público receptor y, finalmente, otorgarles un grado de peligrosidad para que su exclusión sea vista como necesaria (PAREKH). En el Reino Unido, por ejemplo, se normó el Discurso del odio o “hate speech”. Así, tenemos que: “una persona que utiliza palabras o comportamiento amenazantes, abusivos o insultantes, o muestra cualquier material escrito que sea amenazante, abusivo o insultante, es culpable de un delito si genera acoso, alarma o angustia”.

Sobre su uso político

No es un recurso nuevo influir en los electores el miedo o la rabia a lo extranjero o lo distinto. Plantearse a sí mismo o a un conjunto de ideales en peligro de extinción, de ser violentado o mutado ha sido el argumento principal de muchas campañas alrededor del mundo. Entre lo más reciente tenemos a Trump y su discurso xenofóbico contra los inmigrantes en la política estadounidense que, al contrario de sus antecesores igualmente escasos, ha obtenido bastante popularidad.  En Europa se está forjando una bomba de tiempo, el odio/miedo se ha implantado en el común de la población por la reciente crisis de refugiados y los partidos de extrema derecha de distintas naciones han sabido aprovecharlo. Su número de parlamentarios en Europa ha incrementado de una forma alarmante en muy poco tiempo, lo que deja en duda el destino de miles de refugiados con sus políticas de reducción de derechos.

Antes se debe aclarar que estos odios no son gratuitos. Son miedos infundados a partir de eventos particulares o simplemente rumores. En Alemania, por ejemplo, una adolescente confesó haber inventado una historia sobre un grupo de inmigrantes violadores para ocultar de sus padres un incidente en la escuela[1]. Ello pasó luego de que unas 100 mujeres reportaran ser víctimas de sucesos similares por bandas de inmigrantes en semanas pasadas. Lo que sorprende en este caso es el rebote de la noticia en los medios. Su confesión tuvo menos repercusión mediática que su afirmación inicial. Si nos preguntamos la razón de esta parcialización de la información, la respuesta es que los naturales de una nación incrementan su histeria si se sienten arrinconados y reemplazados al cuestionarse si son ellos la nueva minoría frente a estas masas de nuevos individuos (Percebal , 1995)[2] y precisamente eso lo que está ocurriendo.

La xenofobia no es nueva, su origen precede a su concepto. En las campañas estadounidenses han sido algo muy recurrente y facilitadora de votos rápidos.  Pat Buchanan fue candidato para la presidencia estadounidense del 2000 con un discurso xenófobo; aunque nunca mencionó países ni nacionalidades, siempre se refirió a “ellos, los otros” como erosionadores de identidad y usurpadores del país. Con Trump ha pasado algo nuevo. Responsabiliza abiertamente a los hispanos, tanto como a los musulmanes y a los chinos, de violadores y homicidas[3]. Sus seguidores se hacen llamar “the silent majority” (la mayoría silenciosa) y tal vez tengan razón. En todos estos años desde el 11 de septiembre, o incluso antes, los americanos han creado estas imágenes como resultado de sus miedos más irracionales. Les ha tocado preguntarse si su país es impotente para regular la inmigración, a la que culpan de todos sus males, y si solo con la fuerza pueden conseguirlo. La respuesta a esta irracional pregunta es un sí igual de irracional y ello ha impulsado durante años la creación de estos no tan nuevos grupos conformados por xenófobos racistas.

¿Cómo estamos en Perú?

 La campaña política por las elecciones 2016 está por acabar y, aunque no se dan de forma directa, hay ciertos dobles discursos que avalan comportamientos deplorables. En épocas electorales hemos observado lo peor de los ciudadanos y candidatos. Ardito (2011)[4] nos cuenta sus experiencias al recordar la segunda vuelta en 1990, Fujimori fue llamado “maldito japonés” entre otros insultos por samborjinos enfadados. De manera más reciente, el vergonzoso despliegue de uso de redes de miles de peruanos enfadados de encontrar a Ollanta Humala en segunda vuelta del 2011. Los ejemplos se extienden a estas elecciones, a diferencia de Estados Unidos y algunos países europeos nosotros no tenemos un Trump o una extrema derecha que segregue inmigrantes, pero sí tenemos partidos políticos que avalan de manera indirecta grupos tan o más expresivos que el mismo Trump al hablar de colectivos.

Los discursos de odio se representan en el Perú  de diversas formas. La más común en discursos políticos es la depreciación en la calificación de candidatos por lazos sanguíneos con familias extranjeras o relaciones con ellas. En general existe un ambiente de rechazo a ellos solo para las contiendas políticas y se llama a la población, de una forma u otra, a evitarlos como opciones o estigmatizarlos. Pero aunque esa ha sido la forma más evidente de segregación en el ámbito político, existe otra minoría que aclama atención en sus derechos, como la comunidad LGTBI. Si en Europa los grupos de extrema derecha luchan para reducir los derechos de los inmigrantes, en Perú los grupos de la misma índole luchan por no reconocer los derechos de la mencionada comunidad. Representados, en su mayoría, por actores políticos con agendas religiosas conservadoras,  no son pocos los candidatos que se han valido del apoyo de alguno de estos sujetos.  Un reciente evento el pasado 2 de Mayo organizado por estos grupos tuvo como invitados ambos candidatos presidenciales, aunque uno de ellos no asistió. La candidata de Fuerza Popular se comprometió, firmando un papel ante el público, a no aprobar la discutida Unión Civil entre personas del mismo sexo ni el aborto en casos de violaciones pese a afirmar lo contrario el año pasado en una conferencia en la Universidad de Harvard[5].

¿Pero es eso un discurso de odio? No exactamente, al menos no uno directo. A pesar de ello, mientras se presente este doble discurso en los candidatos, tanteando la respuesta del público en razón de aumento o declive de popularidad, no habrá un cambio verdadero y se incentiva a sujetos como el pastor José Linares o Alberto Santana, organizadores del evento, a continuar con la verdadera campaña homofóbica. El odio en este país puede exhibir una de sus aristas cuando estos actores comparan la aprobación de la Unión Civil con legalizar el homicidio, despenalización de violaciones, entre otros. Abiertamente condenan la implementación del “Crimen de Odio” como algo nefasto, y a la homosexualidad como sinónimo de drogadicción mientras invitan a terceros a unirse a su dogma y busca acuerdos con otros actores políticos más grandes que lo representen. En Perú los candidatos no promueven la violencia contra estas comunidades, pero sí alimentan y justifican su agresión con su neutralidad e indecisión.

¿Qué nos queda por hacer? Al igual que en Europa y su temor a lo que puede representar los inmigrantes para su estilo de vida o el miedo de Trump a los delitos causados por indocumentados, en Perú tememos aquello que no existe, pero que afirman está. Me refiero a la representación de la comunidad LGTBI como destructora de la imagen que durante años nos hemos creado de nosotros mismos, de la moral, lo que es correcto y lo que no. Si aborreces las declaraciones de Trump sobre los hispanos y el trato de la extrema derecha a los refugiados de guerra, entonces estas en la obligación de rechazar cualquier discurso de odio sea este directo o no.


[1]B.PAREKH, “Hate speech: is there a case for banning”. En Public policy research, pp. 660 (2006)

http://www.theguardian.com/world/2016/jan/31/teenage-girl-made-up-migrant-claim-that-caused-uproar-in-germany?CMP=share_btn_tw

[2] José Maria Perceval. “Nacionalismos, xenofobia y racismo en la comunicación”. 1995, pp. 99

[3] Para mayor información, revisar: http://www.forbes.com/sites/doliaestevez/2015/09/03/debunking-donald-trumps-five-extreme-statements-about-immigrants-and-mexico/#2290a71d7076

[4] Para mayor información, revisar: http://blog.pucp.edu.pe/blog/ridei/2011/04/18/per-el-racismo-y-las-elecciones/

[5] Para mayor información, revisar: http://elcomercio.pe/politica/elecciones/keiko-fujimori-todos-sus-dichos-sobre-union-civil-noticia-1898637

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