La violencia de género contra las mujeres en tiempos de coronavirus

Es una realidad que miles de mujeres viven aterrorizadas por sus parejas en circunstancias, llamémoslas “normales”; ¿qué está sucediendo en un contexto de cuarentena? Es decir, ¿qué significa pasar las 24 horas del día encerrada con el agresor?

Se habla mucho del coronavirus, pero falta decir más sobre lo que estas mujeres viven cotidianamente. A un estado de temor diario se suma el hecho de que la amenaza está a su lado, controlando, criticando, sancionando.

Si bien la violencia ha ido ganando espacio en el debate público y es indispensable erradicarla de nuestra sociedad, en circunstancias como las actuales se pasa por alto. Y ello porque los medios, sin olvidar que son empresas y que su objetivo es ganar, presentan aquello que convoca el mayor interés de la ciudadanía. Este énfasis tampoco se da desde el gobierno. Mientras el ministro de Salud da a conocer las cifras actualizadas de infectados, el del Interior de detenidos, la de Economía sobre las medidas tomadas y la de Inclusión Social de los que están recibiendo apoyo, la ministra de la Mujer debería informar sobre el número de denuncias de agresiones, de feminicidios y advertir que no se está perdiendo de vista esta vigilancia; más aun teniendo en cuenta las cifras de denuncias dadas a conocer por el propio ministerio.

La violencia de género contra las mujeres no es un fenómeno de estos tiempos, tiene una larga historia, pero, a diferencia del pasado, desde Viena y Beijing, se reconocen los derechos de las mujeres y, al ser la violencia de género una pandemia mundial, debe estar presente como una preocupación permanente.

Silenciar esta violencia es también normalizarla, es avalar que vivimos en un orden social jerarquizado y de dominación masculina; no se da de forma aislada a las relaciones de género estructuradas por la cultura y la economía, al estar las mujeres subordinadas en el ámbito productivo y reproductivo. Por ello, no es de extrañar que en momentos como los actuales, las mujeres y las/os niñas/os y adolescentes sean los que viven mayores riesgos.

El contexto de emergencia sanitaria coloca la violencia de género contra las mujeres fuera del control de las autoridades. Las mujeres están en menor capacidad de llamar o salir a denunciar; al temor de siempre frente al agresor se suma al hecho de estar aisladas, y si hay niñas/os y adolescentes el miedo es mayor por la responsabilidad que implica su protección. Estudios señalan que donde hay violencia contra las mujeres, también se ejerce contra las/os hijos.

En un estado de vulnerabilidad generalizado, en el que incluso las masculinidades se ven amenazadas porque los varones se sienten impotentes frente a un enemigo silencioso, la violencia contra las mujeres se abre como una puerta para reafirmar los roles de género. Hay que tener presente que la violencia de género se ha construido socialmente como uno de los medios de restablecer la hegemonía masculina cuando se ve debilitada (como en el actual contexto) o cuando se ha perdido (por ejemplo, si ha sido detenido o no puede cumplir su rol de proveedor).

La casa es señalada como un espacio de mayor riesgo para las mujeres; hoy, las casas son los espacios que aíslan a la familia, que la separa de la sociedad, protegiéndola así del virus, pero poniéndola en manos de los agresores.

Es indispensable ver a las mujeres en tres situaciones: -Una cuarentena que potencia el miedo, la soledad y la ansiedad ya presentes en las víctimas de violencia. -Estresadas por la carga de labores: el trabajo virtual de la oficina, las tareas de los hijos que siguen sus estudios en esta misma modalidad, cuidarlos para que en su rutina tengan los cuidados higiénicos necesarios. –La sensación de aislamiento y de indefensión.

No todos los hogares tienen un espacio para trabajar, por lo general este es compartido con la pareja y los hijos, lo que agrega cansancio y tensión a las actividades laborales. Además, el trabajo fuera de la casa ha perdido su oportunidad de ser un momento de alivio o de relax para las mujeres que tienen parejas agresivas, salvo que estas llamen todo el día por teléfono para verificar si la mujer está en la oficina, qué está haciendo y con quién.

Posteriormente, un aspecto a tener en cuenta es que el impacto económico sobre los países va a agregar una mayor crisis en las mujeres que tendrán dificultades para separarse de su agresor; pero también para huir de situaciones de explotación sexual, tal como lo advierte las Naciones Unidas.

Violencia contra niñas/os y adolescentes

La violencia contra niñas/os y adolescentes es otro grave problema en el país. Estudios del Centro Flora Tristán demuestran que la violencia contra los varones se extiende hasta la adolescencia, y en el caso de las mujeres a toda su edad reproductiva. Es decir, las mujeres pasan de ser maltratadas por sus padres a ser maltratadas por las parejas.

La madre no deja de ser una agresora de sus hijos, lamentablemente. Más aún en situaciones que agravan las carencias económicas como las actuales. El 48,5 % de los hogares en el Perú están bajo la jefatura de una mujer (censo 2017), y el mayor porcentaje es independiente o trabaja por cuenta propia; es decir, por lo general viven el día a día. Esto coloca a muchas de ellas en situaciones álgida frente a la alimentación y a la salud, principalmente. Es en las actuales circunstancias cuando se pone en mayor evidencia que no contamos con los servicios sanitarios adecuados, especialmente en las zonas más alejadas.

Las mujeres han tenido un rol crucial en momentos difíciles para el Perú en cuanto a la alimentación y la salud, sobre todo, con la creación de cocinas y comedores populares, y apoyando a las postas y centros de salud para impulsar campañas de vacunación, contra la desnutrición, la planificación familiar, etc. Sin embargo, este virus nos obliga a permanecer en casa, a evitar los grupos; es decir, no pueden realizar lo que ellas por lo general saben hacer: organizarse. Esto puede llevar a la frustración y genera ansiedad, que muchas veces puede dar lugar a la violencia.

Todo esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿qué alternativas tienen las mujeres?

El aislamiento, que obliga a los miembros de la familia a realizar las tareas de la casa sin ayuda, puede ser una oportunidad para repensar la distribución de responsabilidades reproductivas de una manera equitativa con la pareja e involucrar a las/os niños en las mismas, para que desde pequeños aprendan que es una obligación de todas/os asumirlas.

Es una oportunidad, también, para estrechar los lazos familiares, primero en el hogar, luego con la familia y amigos. La misma preocupación por los seres queridos hace que estemos pendientes de lo que sucede con ellos. El diálogo entre las parejas, entre padres e hijos y las conversaciones con los amigos, acompañan con su afecto estos momentos de preocupación y aislamiento.

Las mujeres deben pensar que no están solas, para ello desde el Ejecutivo se debe enviar todo el tiempo este mensaje en las conferencias de prensa diarias, con la presencia de la ministra de la Mujer.

Es una ocasión, igualmente, para fortalecer los lazos de solidaridad ciudadana, y desde el Estado y los medios de comunicación se debe sensibilizar a las/os vecinos a denunciar si escuchan situaciones de violencia, llamando a las líneas disponibles para este fin.

Todas/os debemos saber que las vías de apoyo, como la Línea100, están funcionando con normalidad las 24 horas del día, en la que un equipo multidisciplinario podrá ayudar a las mujeres o niñas/os o adolescentes que sufren violencia. Y, de ser necesario, hará las coordinaciones pertinentes para su protección. Debe implementarse, si no se ha hecho aún, un e-mail o chats en línea para que se comuniquen si no pueden disponer o hacer uso de un teléfono.

La ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables informó el 3 de abril que, en los diecisiete días de cuarentena, 43 víctimas de violencia sexual buscaron ayuda, entre ellas 27 niñas. Y atendieron 5 418 llamadas de mujeres que habían sufrido agresiones. Cifras realmente preocupantes.

Hay que resaltar que, también, las instituciones y organizaciones feministas están atentas a las situaciones de riesgo que viven las mujeres, niñas/os y adolescentes. Por ejemplo, el Centro Flora Tristán está emitiendo permanentes mensajes por internet sobre los casos de violencia. También insiste en su campaña, que viene realizando desde hace un tiempo, que “el trabajo en el hogar es responsabilidad de hombres y mujeres”.

Otro aspecto a destacar es que solicita el respeto a las diversas identidades cuando se les solicita documentos, en especial a las personas trans, por parte de policías y miembros de las fuerzas armadas, y que motivó la reacción inmediata del Presidente de la República.

El acceso a servicios de salud

Otro motivo de preocupación es que el coronavirus ha interrumpido el normal funcionamiento de los servicios de salud, especialmente de aquellos que tienen que ver con los derechos sexuales y reproductivos, como los controles prenatales, acceso a métodos de planificación, servicios de información a adolescentes, entre otros.

Muchas familias viven hacinadas en un cuarto, lo que coloca a las niñas y adolescentes en riesgo de violación sexual, y tienen dificultades para salir a denunciar y a ser atendidas oportunamente para evitar un embarazo no deseado.

En este aspecto no solo el Estado, también las instituciones feministas tienen un desafío en el presente y en el futuro inmediato para fortalecer los espacios de trabajo con mujeres y adolescentes, tanto de información como de provisión de lo que necesitan.

Tienen importantes aliadas en el sistema de salud, pues en 104 países analizados por la Organización Mundial de la Salud, las mujeres constituyen el 70 % de trabajadores en los servicios sociales y de salud. En el Perú, el mayor porcentaje de enfermeras son mujeres y como médicas son casi la mitad.

Si bien el actual contexto las expone a mayores peligros, a su vez su compromiso, al igual que el de sus colegas, significan un servicio invalorable en favor de la colectividad. Muchas enfermeras y técnicas, además de su trabajo formal, para cubrir sus presupuestos cuidan a personas en sus horas libres lo que significa un gran esfuerzo.

De otro lado, hay que insistir en la educación sexual integral como una forma de proteger a las/os menores, tanto en los colegios que están dictando clases de manera virtual y cuando se reinicien las clases presenciales. Situaciones como estas hacen ver la importancia que tiene este tema, así como la igualdad de derechos y el derecho a una vida sin violencia.

Creemos que el Ministerio de la Mujer debe ser fortalecido en este contexto para que amplíe el importante trabajo que realiza en prevención y atención de la violencia de género y contra niñas/os y adolescentes, y también para que profundice las acciones conjuntas con Educación y Salud.

Convirtamos estos momentos de crisis personal y humanitaria en una oportunidad para desarrollarnos como personas, como sociedad y hacer de la política y el desarrollo un medio que tenga como real fin al ser humano.


Fuente de la imagen:

https://www.mujer.com.pa/sites/default/files/field/image/violencia-contra-la-mujer-latinoamerica.jpg

 

Gaby Cevasco
Periodista y escritora. Ha publicado Entre el cielo y la tierra, el fuego (cuentos) 2014, Nuevo testamento (poesía) 2010, Detrás de los postigos (cuentos) 2000, Sombras y rumores (cuentos) 1990. Sus cuentos han sido publicados en antologías de Colombia, Ecuador, Estados Unidos, Perú, y en revistas de Bolivia, Canadá y Argentina. Y su poesía en una antología francesa de poetas peruanas. Sobre trabajo con mujeres ha publicado: Comunicación por radio: ¿cómo acercarnos a las mujeres de la comunidad (2019), Las/os adolescentes y jóvenes y el ejercicio de su ciudadanía. Manual básico de abogacía o advocacy en educación sexual integral (2018), Salud y violencia de género contra las mujeres. Guía para la reflexión entre operadores de establecimientos de salud (2018). Ha trabajado en diarios y revistas, pero su mayor trayectoria la realizó en el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán desde 1988 hasta el 2012. En esta institución, desde el 2004, viene impulsando el Círculo Universitario de Estudios de Género que se convoca cada año en el mes de marzo.