Adultecente financiero: ¿qué es y cómo afrontarlo?

Juan tiene 35 años y luce muy cómodo viviendo con sus padres. Esporádicamente tiene discusiones porque regresa muy tarde de ciertas reuniones, o porque deja desordenados algunos ambientes de la casa, pero en realidad no parece haber tanto problema con eso. Juan no se esfuerza mucho por mejorar su posición laboral, pues parece muy conforme con lo que tiene.

Sin embargo, hay otro tema: Juan no aporta dinero en la casa. La comida, el agua y la luz la pagan sus padres. La tarea de pedirle que aporte en casa era improductiva al inicio y últimamente se ha vuelto tensa pero igual de ineficaz. En ocasiones, Juan parece sensibilizarse y le da un poco de dinero a su madre. Al entregarlo suele lanzar una mirada desafiante como diciendo: “Aquí tienen, ¡para que no me juzguen!”. De todas maneras, eso no lo aleja de la realidad ya que el monto es tan reducido que sus padres quedan muy preocupados con el hecho que Juan no llegue a entender nunca cuánto cuesta en verdad mantener un hogar. Se lo han dicho, pero parece que no le entra en la cabeza.

Pero no todo acaba hasta aquí; Juan también se suele endeudar asumiendo cada día más obligaciones que le cuesta cumplir. Como consecuencia de ello, sus padres suelen recibir llamadas de entidades financieras que les recuerdan los atrasos en los que Juan incurre.

¿En qué situación se encuentra Juan? ¡Juan es un adultecente financiero!,

I. Los adultecentes

El neologismo “adultecente” habría sido acuñado por el filósofo francés Gilles Lipovetsky (1944), quien llamó adultecente a toda persona (varón o mujer) que, a pesar de su edad cronológica, no logra superar la etapa adolescente negándose a aceptar y asumir el paso del tiempo (Abdalá). Es decir, el adultecente no piensa ni actúa como adulto.

Sus antecedentes fueron trazados por Dan Kiley, psicólogo norteamericano autor del libro “The Peter Pan Syndrome: Men who have never Grown up” (El síndrome de Peter Pan: hombres que nunca han crecido), quien hablaba de un síndrome que afectaba exclusivamente a los hombres y que se caracterizaba por un bloque sintomático con seis aristas: irresponsabilidad, ansiedad, soledad, conflictos relativos al rol sexual masculino, narcisismo y machismo (Polaino-Lorente).

El adultecente financiero es una variante del infantilismo, que es una característica de la personalidad que expresa la inmadurez de su desarrollo psicológico y la preservación de los rasgos inherentes a las primeras etapas de la edad. La infantilidad humana en el sentido cotidiano se llama infantilismo, que se manifiesta en la inmadurez del comportamiento, la incapacidad de tomar decisiones informadas y la falta de voluntad para asumir la responsabilidad.

En ese sentido, cuando hablamos de adultecentes financieros, estamos pensando en personas que carecen de un sentido de responsabilidad para asumir sus obligaciones financieras, para fijar metas de vida, etc.

Algunos comportamientos típicos de adultecentes financieros pueden ser – entre otros:

  • No querer dejar la casa paterna.
  • No aportar económicamente en casa.
  • Sus gastos se suelen centrar en gustos y no en metas importantes.
  • Tienden a que sean terceros los que solucionan sus problemas.

II. ¿Cómo surge el problema?

El problema parece tener su origen en la sobreprotección paterna que conduce al infantilismo, a un comportamiento en el que no se asumen responsabilidades. Los niños sobreprotegidos no tienen contacto con el fracaso y, entonces, no saben cómo responder frente a él (Peterson, 2019).

En nuestro país, hemos tenido décadas duras: la dictadura de los años sesenta, la migración de los setenta y el terrorismo e hiperinflación de los años ochenta. Aparentemente tenemos una generación de peruanos muy sufrida que ha sobreprotegido y sobreprotege a sus hijos en demasía. Los padres viven muy estresados, porque se sienten que no son lo suficientemente buenos, que no le están dando al niño lo suficiente para que triunfen. Y los niños pasan a ser “hiponiños”, es decir, que no pueden hacer nada sin que sus papás les ayuden, completamente dependientes (Millet, 2018).

La misión de un padre es proteger a sus hijos, no sobreprotegerlos. El problema  de fondo de ello es doble:

  • El adultecente carece de resiliencia, es decir, de la capacidad de adaptación frente a situaciones adversas. A consecuencia de la sobreprotección tiene una baja tolerancia a la frustración y ello le lleva a no poder soportar situaciones negativas.
  • El adultecente no llega a conocer sus reales posibilidades porque se queda en una zona de confort.

III. Afrontando el problema

3.1. Etapa temprana

Lograr un cambio de actitud en un adultecente puede ser muy complejo, por eso lo ideal es educarlo financieramente desde pequeño.

Al respecto, la pregunta que deben hacerse los padres es: ¿queremos hijos seguros o que se hagan fuertes? ¿Es preferible que sean sobreprotegidos o que se vuelvan competentes? Si queremos niños que se han fuertes y que sean competentes, los padres deben ser representantes del mundo real (Peterson, 2019).

¿Qué significa que sean representantes del mundo real? 

Significa que los hijos se enfrenten y resuelvan sus problemas. El filósofo chino Confucio solía repetir el siguiente proverbio: “Educa a tus hijos con un poco de hambre y un poco de frío”. Darles todo es dañarlos.

Pero ¿qué podemos hacer al respecto?

Desde nuestro punto de vista sería recomendable trabajar un modelo de 6 aristas esenciales:

Límites Derrumbar mitos Inculcar educación financiera
No darles todo lo que quieren. Ganarán paciencia y autocontrol.

 

Desmitificar el enfoque negativo de la riqueza. En algunos hogares se genera la idea de que los ricos se hacen a punta de un mal accionar. Así, los ricos son malos, avariciosos e incluso delincuentes. Hay que desterrar esa visión de la riqueza. El dinero es una herramienta de progreso y hay que tener un enfoque positivo del mismo. Enseñarles las ventajas del ahorro. Tener el hábito de guardar dinero es básico porque sirve para alcanzar nuestras metas como para mitigar imprevistos.

 

No hacerlos tan dependientes de ti. Darles autonomía. Si caen, dejarlos que se levanten solos. Ganarán capacidad de hacer frente a los problemas.

 

Enseñarles que el trabajo es la fuente del dinero. Todo cuesta y el trabajo nos permite asumir los gastos. El trabajo dignifica a las personas. Es por ello la Constitución señala que el trabajo es un deber y un derecho. Brindarles oportunidades de autogestionar dinero. Pues el manejo de las propias cuentas nos permite muchas cosas: reducir gastos, incrementar ingresos y establecer nuestras propias metas.

3.2. Etapa tardía

La etapa tardía se presenta cuando ya convivimos con un adultecente.

  • La solución pasa por provocar un cambio de paradigma en torno al adultecente. Implica tratar al adultecente como un adulto que es y sacarlo de su zona de confort. Para ello, es preciso darle responsabilidades, tanto en las tareas domésticas como en el pago de las facturas.
  • Es preciso que el adultecente empiece a manejar un presupuesto, es decir, un instrumento que les permite organizar nuestras finanzas y establecer metas de ahorro.

IV. Conclusiones

Llamamos adultecentes a los adultos cuyo comportamiento financiero es el de un adolescente. Lograr un cambio de actitud en un adultecente puede ser muy complejo, por eso lo ideal es educarlo financieramente desde pequeño. Para ello, es fundamental establecer límites, derrumbar mitos e inculcar educación financiera.

La función de un padre es preparar a los hijos para el camino, más no allanarles el camino.


Fuente de la imagen: https://erizos.mx/curiosidad/padres-mas-felices-hijos-dejan-vivir-de-vivir-casa-estudio-ciencia-millennials-rentas/

Bibliografía

Abdalá, Norberto. ¿Quiénes son los “adultescentes”?. Clarín. 20.08.2019.

Millet, Eva. «La sobreprotección infantil está produciendo niños altar o hiponiños». 27.02.2018.

Peterson, Jordan. 12 reglas para vivir. Planeta, 2019. P. 77.

Cit. pp. 178 -191.

Polaino-Lorente, Aquilino. El complejo de Peterpan y el problema del infantilismo.

 

Jorge Antonio Machuca Vilchez
Magíster en Derecho Bancario y Financiero (PUCP). Diplomado en Derecho de Consumo por la Universidad de Castilla – La Mancha. Egresado de la Escuela Profesional de Literatura de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Docente en la Escuela de Postgrado de la Universidad Pacífico, Universidad Privada del Norte (UPN) y en el IFB. Actual Director de Iuris Dictio (2016 - a la fecha).