Desde el punto de vista financiero, ¿es diciembre el mes en el que peor nos comportamos? Veámoslo.
Diciembre es un mes especial para la mayoría de peruanos. Trae consigo dos acontecimientos importantes: las celebraciones de Navidad y Año Nuevo. Mientras la Navidad brinda diversas ocasiones para compartir con la familia y amigos, el Año Nuevo nos genera un espacio para cerrar nuestras actividades y proyectos realizados durante el año, así como para evaluar qué hicimos y qué podemos hacer.
Sin embargo, el espíritu de confraternidad y reflexión que debería reinar en estas fechas queda opacado ante gastos suscitados por las continuas reuniones y por la presión de comprar regalos. ¿Por qué gastamos tanto en Navidad y Año Nuevo? El presente artículo tiene por objeto deslizar algunas reflexiones y consejos en torno a esta problemática:
1. La compensación afectiva
Dicen que la persona arrepentida suele hacer un regalo para compensar su (mala) acción.
En esa línea, la mayoría de personas suele dar una tregua a su propia indiferencia en Fiestas. En efecto, en Navidad encontramos el tiempo, las sonrisas o los espacios que todo el año nos costó dar. ¿Compensa la Navidad todo lo que no se hace en el año? ¿Esos regalos de diciembre constituyen realmente nuestro mejor esfuerzo? Sin duda, la respuesta es negativa. Pero, por si fuera poco, dejando al margen el dicho “a caballo regalado no se le mira el diente”, además tenemos que el regalo puede causar un efecto no deseado.
Sobre el particular, un estudio de la Universidad Carnegie Mellon[1], reveló que quienes regalan se concentran en el momento del intercambio, mientras que aquellos que reciben los regalos están pensando a largo plazo, vale decir, en la utilidad del regalo. De esa forma, hacer un regalo constituye en realidad una tarea compleja, pues existe una gran posibilidad de descalce entre los enfoques de quien regala y del beneficiario del regalo. Ante ello, los investigadores llegaron a la conclusión de que los regalos experienciales, en la medida que posibilitan el objetivo de fortalecer las relaciones interpersonales, resultan más gratificantes que los regalos materiales. En otras palabras, pasar tiempo de calidad con las personas resultaría más gratificante que recibir objetos de regalo[2].
En consecuencia, en tiempo de regalos, el mejor regalo podría ser afecto y experiencias. La mejor compensación afectiva podría ser la que involucra prestar tu tiempo: una caminata o una buena conversación puede ser más potente que un oneroso regalo. Cerraré este acápite con la excelente frase atribuida al teólogo Hosea Ballou: “la felicidad real es bastante barata, pero cómo pagamos por su falsificación”.
2. Consumismo: la creencia de que el bienestar personal depende del nivel de consumo
Todos compran cosas y celebran. Todos se reúnen y nadie se quiere quedar atrás.
El comportamiento racional no es una característica sustancial del ser humano, es decir, tenemos limitaciones en la racionalidad, por lo que no podemos ser del todo racionales en nuestras decisiones. Como hemos visto en otro artículo[3], Thaler y Sunstein formularon investigaciones que han planteado serias dudas sobre la racionalidad de muchos juicios y decisiones del hombre[4].
Uno de los factores irracionales más importantes es la tendencia a compararnos con los demás. Queremos parecernos a alguien y, a la vez, nos dejamos llevar por las apariencias. Nuestras compras tienen componentes simbólicos para reforzar nuestra propia imagen. La identidad ya no es más algo dado, sino una tarea constante[5]. Entonces, gastamos para ser como Cristiano Ronaldo o Denzel Washington, o simplemente para ser como el vecino exitoso. Sin embargo, este comportamiento nos puede llevar a quedar atrapados en las apariencias, en desmedro de otras aristas de la identidad como son la personalidad, las metas, los valores, etc.
Gana el consumismo cuando se valora más al hombre por lo que tiene que por lo que es, por la apariencia y lo que se deja ver por fuera, por lo que compra y lo que consume. Gana porque ha logrado que creamos su promesa de una vida feliz, aquí y ahora, de manera instantánea y perpetua[6].
Ahora bien, ese camino nos lleva a dos rutas plagadas de baches: i) el camino de la insatisfacción de no poder lograr ser el que queremos ser; y, ii) el camino de la competencia por un mayor disfrute, en el que el goce no proviene del disfrute final sino de la competencia misma.
3. Las fuerzas de la publicidad
Modernamente, el marketing apela a lo irracional. Un mito muy popular cuenta que el traje original de Santa Claus era de color verde. Sin embargo, para impulsar su consumo en invierno, en el año 1920, la empresa Coca-Cola contrató al dibujante alemán Thomas Nast[7] para que el personaje navideño vista con los colores de la compañía. La estrategia era que todo el mundo relacione la fiesta navideña con los colores rojo y blanco de la marca.
Lo que sí es cierto es que modernamente la publicidad atacará nuestro lado emotivo y nos impulsará a gastar incluso hasta lo que no tenemos. Gastar en estas fiestas no es malo en sí mismo, pero hay que hacerlo de forma consciente. Descontrolarnos e incurrir en compras impulsivas solo nos conducirá a comprar objetos que carecen de una utilidad real para nosotros.
Planificar los gastos no quiere decir restringirse por completo de ellos, las fiestas decembrinas invitan a compartir tus ingresos con tus seres queridos, al hacerlo, debes tener siempre en mente tus objetivos: tener claro a quiénes regalar y a quiénes visitar, por ejemplo[8]. Además, puedes planificar hacer tus compras pasadas las fiestas, pues la “cuesta de enero” suele acarrear descuentos[9].
Por lo tanto, ante la fuerza de la publicidad debemos evitar caer en conductas impulsivas de las que podamos arrepentirnos.
De seguro hay muchísimos más factores que nos llevan a gastar más en estas fiestas, año tras año. Lo importante es hacer una reflexión personal que nos permita afrontar de mejor manera la “cuesta de enero”. Hay que ser responsables: ahorrar y evitar el sobreendeudamiento resulta clave.
Esperamos haber aportado a la reflexión. ¡Feliz Navidad!
Referencias
[1] https://www.cmu.edu/
[2] Galak, J., Givi, J., & Williams, E. F. (2016). Why certain gifts are great to give but not to get: A framework for understanding errors in gift giving. Current Directions in Psychological Science, 25, 380–385.
[3] Educación financiera versus comportamiento racional y emotivo.
[4] SUNSTEIN, Cass R.; THALER, Richard H. Un pequeño empujón (nudge): el impulso que necesitas para tomar las mejores decisiones en salud, dinero y felicidad, Editorial: Taurus, 2017. p. 21.
[5] BAUMAN, Zygmunt. Citado por García Ruiz. Consumo e identidad. Un enfoque relacional. Disponible en: https://www.unav.edu/publicaciones/revistas/index.php/anuario-filosofico/article/view/1389
[6] Corral-Chagolla, M. A. (2016). Atrapados en las apariencias. Análisis filosófico del homo consumens en la sociedad de consumo. Tesis de Maestría en Filosofía y Ciencias Sociales. Tlaquepaque, Jalisco: ITESO.
[7] Algunas versiones sostienen que la estrategia data de 1931, cuando la multinacional contrató al pintor estadounidense Haddon Sundblom.
[8] Eduardo Galeano solía repetir que el verdadero amigo es quien te dice la verdad de frente a tu cara, y te elogia por la espalda. A partir de esta premisa, ¿vale la pena tener tantas reuniones en diciembre?
[9] En España y algunos países de América Latina se denomina “Cuesta de enero” a las subidas de servicios básicos como la luz o el gas que son partícipes de un incremento general a inicio de cada año. Tras los gastos de diciembre, a muchas familias les resulta difícil llegar a fin de mes en enero.