De la escasez del agua y los carnavales, por Jorge Armando Guevara Gil

Es de conocimiento general que por años los carnavales del mes de febrero han sido celebrados en el Perú de manera asidua y se han convertido una de las festividades más esperadas, ya sea por las tradicionales fiestas que giran en su entorno a estos en la sierra o por los juegos que se han convertido en costumbre en diversos lugares de la costa. En Lima y Callao, particularmente, la situación ha cobrado gran importancia debido a los reportes de la cantidad de agua que suelen utilizarse para los juegos por carnavales: se ha estimado que se pierden alrededor de 120 millones de litros de agua según reportes de Sedapal (Fuente: El Comercio). Y aunque durante muchos años la situación ha pasado casi desapercibida, este año se presenta un escenario especial: la crisis y escasez de agua que enfrentamos por la falta de lluvias en la Sierra a raíz del fenómeno del Niño. ¿Cómo podría afectar al país un derroche de la magnitud señalada cuando nos encontramos ante un crisis del derecho de las aguas? Parthenon.pe ha solicitado la opinión de un experto en el tema, el Dr. Jorge Armando Guevara Gil, magíster en Antropología Cultural por la Universidad de Winsconsin-Madison (Estados Unidos), y Doctor en Derecho por la Universidad de Ámsterdam (Alemania), quien además ha dirigido múltiples investigaciones relacionadas al uso del agua, las políticas de Estado sobre esta y el derecho al acceso al agua.

Parthenon.pe: Dr. Jorge Guevara, a propósito de la celebración de los carnavales este mes de febrero y la actual escasez de este recurso por la falta de lluvias en la Sierra, ¿cree que existen implicancias negativas debido al posible derroche de este recurso en cuanto a las políticas sobre la crisis del derecho de las aguas en el país?

JG: Por supuesto que el derroche de agua para celebrar los carnavales es deplorable, máxime cuando se reportan sequías en las cuencas de los ríos Chillón, Rímac y Lurín que abastecen de agua a Lima, y en la cuenca alta del Mantaro, de la cual trasvasamos agua para la ciudad a través del sistema de lagunas de Marcapomacocha. Sin embargo, debemos tener en cuenta que el desperdicio de agua en Lima es un acto cotidiano y constante, que no deja de tener un rasgo de ironía pues solo nuestra ciudad y El Cairo aglomeran a más de diez millones de personas en sendas zonas desérticas. Pero mientras El Cairo puede aprovechar la enorme cuenca del Nilo, Lima solo contaba, hasta las obras de trasvase de las aguas de la cuenca atlántica, con tres ríos de caudal irregular. Por eso es que debemos cuidar el agua en cualquier época del año. El problema es que la derrocha el pobre y la derrocha el rico. El primero, cuando está conectado a la red pública de agua y saneamiento y recibe agua subsidiada, no toma en cuenta el valor ambiental, social y económico del agua que consume y la malgasta. Y la despilfarra el rico porque el precio que paga por el agua es ridículo comparado con cualquier otro componente del presupuesto de las clases medias o altas. Debería ser revelador que pagamos más por el uso de teléfono, cable e internet que por el agua y saneamiento que disfrutamos tan irreflexivamente. Sin ningún tipo de conciencia ambiental, la mayoría de limeños cree que el agua brota del caño y desconoce que ese acto de magia se sustenta en una vasta red de pozos para la extracción de agua subterránea y en  una enorme infraestructura hidráulica que altera cada vez más los delicados ecosistemas altoandinos. Y el desperdicio es más chocante aún cuando  lo contrastamos con la situación de más de un millón y medio de «no conectados», de personas que no tienen acceso a la red pública de agua y desagüe que administra SEDAPAL, y que se surten de agua de dudosa calidad mediante camiones cisterna. Como hace años estimó la Defensoría del Pueblo, los «no conectados» llegaban a pagar hasta diez más que las clases medias por metro cúbico de agua. Estamos ante una hidrocracia regresiva, inconsciente y derrochadora. Parafraseando a don José de la Riva-Agüero, habría que decir: ¡Pobre y boba hidrocracia limeña, incapaz de toda idea y de todo esfuerzo! Por eso, los carnavales son el grotesco epítome del derroche de agua en Lima, pero el problema es mucho más grave aún y nos debería concernir a todos, todo el año.

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