En primer lugar, para revisar las principales tendencias migratorias en América Latina se debe comenzar por destacar la complejidad del fenómeno migratorio. Muchas veces nos concentramos en analizar las causas que ocasionan el mismo, pero no nos detenemos a revisar los efectos que tiene el fenómeno migratorio tanto en el país de origen como en el país de destino. Muchas veces es posible trabajar por lo que en la actualidad se llama el co-desarrollo, es decir, buscar los beneficios para ambas sociedades y es lo que trata de promover la comunidad internacional.
Cuando las personas deciden migrar, ellas llevan consigo sus conocimientos, costumbres, idioma, ideologías, e idiosincrasia, por esta razón el fenómeno migratorio no se puede reducir a una diferencia de salarios entre la sociedad de destino y la sociedad de origen. Son muchos los factores que pueden ocasionar la migración hacia un nuevo destino como puede ser la violencia extrema en algunos países o inseguridad, la persecución política en otros, la falta de empleo, las guerras, las catástrofes naturales, etc.
Tradicionalmente, el flujo migratorio en América Latina ha sido el flujo de personas hacia los Estados Unidos de Norte América, lo que se denominó desde el siglo pasado el famoso “sueño americano”. En este país, el grupo más numeroso es el de los latinoamericanos, seguido por los asiáticos y, en tercer lugar, los europeos.
En el presente artículo quisiera revisar las tendencias migratorias en los últimos cinco años, pues ha habido cambios debido a la posición de la administración Trump, así como a la crisis económica y política en Venezuela lo que ha desencadenado en que los ciudadanos venezolanos se conviertan en los mayores migrantes de América Latina.
Es importante destacar la retórica y los cambios de política durante la administración Trump, pues estuvieron enfocados en los inmigrantes no autorizados, el gobierno nunca tuvo la intención de orientar sus acciones únicamente hacia esta parte de la población. En reiteradas ocasiones, antes de la elección del Presidente Trump, el Partido Republicano empleó el discurso de que los inmigrantes no autorizados «debían hacer la fila» para obtener una visa legal, a sabiendas de que tales filas no existen. De hecho, las leyes inmigratorias de los EEUU anteriores al desmantelamiento de muchos de los programas producido bajo el gobierno de Trump son extremadamente limitadas y acumulan demoras de muchos años para los pocos que califican para migrar de manera legal. Al gobierno de turno y sus seguidores les importa muy poco si las personas tienen estatus legal o no; su animosidad tiene que ver con el color de la piel. Un ejemplo extremo de este fenómeno es el eslogan emblemático utilizado por los nacionalistas blancos: «No nos reemplazarán». Si bien muchos de los cambios de política de Trump están diseñados para reducir la inmigración proveniente de la frontera sur y deportar a los migrantes irregulares del interior del país, sus iniciativas más recientes también apuntan a restringir severamente la inmigración legal.
Esta restricción de los visados e incremento del control de las fronteras de ingreso a los EEUU fue la característica de los últimos cinco años, mientras que las bandas de migrantes de Centroamérica se organizaban para pretender ingresar en forma masiva a los Estados Unidos a través de movilización masiva de migrantes. Las causas principales que motivan la migración de los salvadoreños, guatemaltecos, hondureños y nicaragüenses son la situación económica de falta de trabajo y baja remuneración, así como la situación política y la violencia extrema, especialmente en los casos de Nicaragua y Honduras.
Esta realidad de la creciente migración hacia los Estados Unidos está creando una problemática que afecta gran parte del territorio de México, donde se extiende el tráfico de personas, la violencia contra los migrantes y las vejaciones contra los más vulnerables, en especial mujeres y niños. A la zona fronteriza llegan migrantes no sólo de Centroamérica, sino que también de Venezuela, Haití, África y otros países de América del Sur.
Se estima que el 80% de los migrantes que intentan ingresar a los Estados Unidos por la frontera de México no logran su objetivo.
Esta es una tendencia que no se reduce en el tiempo. La frontera de los Estados Unidos es tan extensa que a pesar de los sistemas de control cada vez más sofisticados, los migrantes continúan intentando llegar al ansiado “sueño americano”.
De otro lado, un fenómeno migratorio de grandes dimensiones se abre paso y tiene su origen en América del Sur, en los últimos cinco años se acentuó la crisis económica y política de Venezuela que ha ocasionado la migración intrarregional de más de 5 millones de venezolanos hacia diferentes destinos, muchos de ellos hacia países de América del Sur. El volumen de migrantes venezolanos en América Latina se compara al volumen de migrantes que se desplazan como consecuencia de las guerras, por ejemplo, la reciente guerra vivida en Siria durante la década pasada.
Los destinos prioritarios han sido Colombia y Perú, seguidos de Panamá, Ecuador y Chile, pero luego se han esparcido por toda América del Sur.
Es un porcentaje reducido el número de venezolanos que ha recibido el estatus de refugiado, mientras que la mayoría se encuentra con un estatus humanitario temporal que les permite trabajar y ejercer un buen número de derechos fundamentales. Sin embargo, dado que algunos grupos de migrantes han cometido delitos y crímenes en las sociedades de acogida se ha desarrollado una especie de xenofobia en contra de los migrantes venezolanos que por la mala conducta de un grupo se han visto perjudicados por el deterioro de su imagen en los países de destino.
Según la OEA, los venezolanos abandonan su país sin enfrentar una guerra convencional o un desastre natural, sino por cinco razones primordiales: una emergencia humanitaria compleja, violaciones de derechos humanos, violencia generalizada, el colapso de servicios públicos y el desplome económico.La pandemia de COVID-19 representa un desafío enorme para todos los países debido a sus consecuencias en la salud pública y sus efectos socioeconómicos para las familias. Dentro de este contexto por demás retador, América Latina y el Caribe enfrenta el desplazamiento más grande en su historia reciente, con alrededor de 4,2 millones de venezolanos que hoy viven en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Panamá y Trinidad y Tobago. Esta población migrante afronta diferentes tipos de riesgos, ya sea vinculados al proceso de migración o a su condición migratoria, o bien otros que se agravaron por la situación de emergencia sanitaria. Su extrema vulnerabilidad a los impactos socioeconómicos de las medidas adoptadas para responder a la crisis de COVID-19 dada su sobrerrepresentación en el sector informal de la economía, aunado a su baja inclusión dentro de los mecanismos de protección social, al tiempo que arriesga profundamente su bienestar, también compromete la salud pública y el bienestar de las poblaciones locales. Aunque prácticamente todos los países de la región han adoptado al menos una medida de protección social como respuesta a la pandemia, hasta octubre de 2020 son pocos los casos de programas gubernamentales que incluyen a la población venezolana.